viernes, 8 de septiembre de 2017

Revolución

La brisa mantenía el estado de calma. Todo se mecía ante ella, las hojas de los pequeños árboles plantados en el jardín, las conchas colgadas de un hilo que decoraban el porche, las olas de aquel infinito mar que coronaba su vista.
Desde la ventana Claire observaba, inmóvil, como todo se mantenía en calma aunque en su interior había mil tormentas.
Unas tormentas que cada día se alimentaban de los gritos que provenían del comedor o de los cortes, ya antiguos, que llevaba en sus muñecas, y de sus ojos, secos porque ya no le quedaban lágrimas.
Pero ese día, después de ver como todo se mecía por la brisa marina de aquel idílico paraje en el que vivía, se despegó de su ventana y bajó las escaleras, cruzó el porche entablonado y corrió hasta la playa.
En el momento que sus pies tocaron el agua, tan fría que la hizo estremecer, de ese infinito mar, una lágrima rodó por su rostro hasta caer entre las olas.
Todo empezó ahí.
Sus tormentas empezaron a curarse.
Todo empezó de nuevo.
Esta vez sería una revolución.
Su revolución.

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